Por Helí Herrera Hernández
Tiempos de no querer escribir, sino de reflexionar.
Tiempos de dejar de pensar en los problemas que la clase política está metiendo a la nación, y que, al parecer, solo esos que detentan el poder parecen no ver el caos que se avecina, sino es que ya estamos en él.
Tiempos de ver, camino al panteón, como las hojas caen de los árboles recordándonos el otoño, el olor a incienso, a tamales, a mole, a pichi, a hojaldras y a atole de cacao.
Tiempos de recordar a mis muertos, a nuestros muertos, de buscar el cempasúchil, las veladoras, el cópale, el aguardiente para ponerle al café que tanto le gustaba a mi padre allí, en su altar, como señuelo para que venga y converse conmigo, por si no lo logro en su tumba, donde pase largo rato, en silencio, recordando sus platicas, sus dichos, sus consejos de viejo sabio, y de observar cómo se han ido 27 años.
Tiempos en que la nostalgia te abraza, te aprieta, te ahoga y te hace olvidar que tienes obligaciones laborales, sin importar que sean los primeros días de noviembre, LA PUERTA DEL TIEMPO, que nos permite el reencuentro de los vivos con los muertos, con nuestros muertos.
No se ustedes, pero para mí, estos días de todos los santos me atrapan más que los de fin de año, inclusive, porque son en éstos cuando me reúno, por lo menos en sueños, pero varias veces en pensamiento, con las personas que tanto amo, aunque ya se hayan ido, porque vuelvo a verlos y platicar con ellos.
Y como ellos, y como él, como el maestro Susano Herrera que soy lo que soy gracias a lo que me enseño, con rigor y con ejemplo, empiezo desde los primeros días pidiéndole a mi panadero las hojaldras grandes, generosas, abundantes, porque en cada una miro su cara reflejada en ellas y empieza mi ritual, desde ese momento y hasta que ya no haya una sola que convidar en la ofrenda, que me hacía repartir a sus seres queridos.
¡Qué días éstos de vientos, de vientos que llevan aromas, aromas que convidan la unidad familiar, la reflexión, el valor de la convivencia con los seres queridos, con los que aquí están y con los que vienen exclusivamente en estos días a vernos, a preguntarnos como estamos, y recordarnos que allá, donde ellos habitan, nos están esperando para volver a reencontrarnos y revivir las vidas que acá se nos escaparon!
Benditos días que nos permiten estos sentimientos, estas añoranzas, estas vivencias con mis muertos, con nuestros muertos, porque vienen a verificar y aconsejar todavía, como si estuvieran vivos, o quizás, nosotros muertos.