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La reforma eléctrica

Por redaccion Mar27,2022

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Por Helí Herrera Hernández.

         Como si los resultados que arrojará el ejercicio ciudadano de la revocación de mandato, no fueran un duro golpe para la cuarta transformación, dado que no se acercarán, ni siquiera a un 60 por ciento de lo que ellos aspiran, al siguiente día se aprestan a librar otra batalla, de consecuencias mayores para la economía nacional.

         En efecto. Ya el dueño de MORENA y de la conciencia de los legisladores de ese partido político determinó, que del lunes 11 al sábado 16 de abril (en plena semana santa), debe el Poder Legislativo discutir y APROBAR, sin ningún cambio, su iniciativa de reforma eléctrica, que busca acabar, en pocas palabras, con la concesión a la iniciativa privada, domestica y extranjera, para generar electricidad en el país.

         En términos lisos y llanos se trataría de una renacionalización de la industria eléctrica, un tanto parecida a la que hizo el expresidente Adolfo López Mateos en 1960 en ese mismo sector, o a la efectuada por el general Lázaro Cárdenas del Río en 1938 con la petrolera, solo que en ésta, el presidente de la república ya advirtió,  el jueves pasado, que no habrá indemnización para ninguna de las que se vinieron a instalar después de que se aperturó la inversión ajena a la estatal, durante el gobierno del expresidente Enrique Peña Nieto, cuando se aliaron el PRI, PAN y PRD en el famoso Pacto por México, firmado el 2 de diciembre de 2012 en el Castillo de Chapultepec, de la ciudad de México, para una serie de reformas constitucionales en materia energética, de competencia económica, en materia de telecomunicaciones y radiodifusión, hacendaria, financiera, laboral y desde luego, la educativa que tanto aplaudió la derecha ultraconservadora.

         “”La reforma eléctrica será aprobada sin modificaciones, y pondrá fin a contratos leoninos y mi gobierno, no pagará ninguna indemnización a las empresas afectadas”, sentenció en su misa mañanera del viernes 25 de marzo el presidente Andrés Manuel López Obrador, como si los gobiernos de las naciones de donde son originarias esas empresas (principalmente los Estados Unidos), se fueran a quedar cruzados de brazos, sin hacer nada, ante semejante disparate.

         El ejecutivo federal >que tanto acude a la historia<, debería recordar las acciones post-nacionalizadoras que ejecuto el general Lázaro Cárdenas, a quien reconoce como uno de los mejores presidentes de México. Nacionalizó millones de hectáreas de tierra para convertirlas en ejidos y cumplir de esa forma, con el mandato constitucional de repartir la tierra (artículo 27), pero indemnizo (a valor catastral), a los latifundistas-terratenientes y ganaderos. Cuando nacionalizo los ferrocarriles (1937), hizo lo mismo, y ni que decir cuando aquel 18 de marzo se armo de patriotismo para nacionalizar la industria petrolera, y recurrió al pueblo, inclusive, para reunir dinero y pagarle a las compañías inglesas, holandesas y norteamericanas, y evitar de esa forma un conflicto internacional de consecuencias funestas para México, dado que apenas se estaban sentando las bases para el modelo desarrollista en nuestro país, que tantos beneficios económicos y de bienestar le dio a los mexicanos hasta 1976.

         Existen infinidad de fotografías donde se ve a niños y niñas rompiendo sus alcancías, frente a las mesas que se instalaron en las cabeceras municipales para recaudar fondos, para indemnizar a esas compañías extranjeras. Mujeres, hombres y ancianas llevando aves de plumaje, puercos y vacas a los militares para apoyar esa acción patriótica de Cárdenas, porque si no se reunía el dinero, nos colocaríamos en una posición de arbitraje internacional de consecuencias lesivas para la nación.

         Gracias a esa visión serena, objetiva y reflexiva de Cárdenas México no enfrento ningún conflicto con aquellas naciones, que si se molestaron por la acción nacionalizadora, pero que con la indemnización Cárdenas los inactivo, y de esa forma, catapulto a nuestro país para lograr el famoso >milagro ¡mexicano<.

         Pero bueno, Lázaro no es Andrés, ni Cárdenas López Obrador. Hay casi un siglo de distancia entre ellos, o para quien no entienda el sarcasmo, un gobierno de resultados en bienestar y desarrollo nacional entre uno y otro. Allí están las estadísticas macro y microeconómicas que no mienten.  

           

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