Por Helí Herrera Hernández.
Durante la semana continué construyendo mi sílabo, para darle continuidad a la columna que publiqué en este medio el lunes pasado: >AMLO recurrirá a su marca registrada<.
Todavía el sábado por la noche estaba convencido, por los mensajes que recibí en mi correo electrónico, vía wasape y personalmente, que era un tema que seguiría despertando comentarios a favor o en contra, pero llegado el domingo y al abrir éstas redes, por el cúmulo de mensajes recibidos, decidí abruptamente abandonar el cometido y escribir así, con la emoción y sentimiento como guía, este artículo que lo dedico a las maestros y maestras que tuve en la casa, en el aula, y todos aquellos que no lo fueron, pero que forman el magisterio, y que con su talento, paciencia, capacidad y enorme vocación, forman a hombres y mujeres de bien, a profesionales en distintas ramas y que vienen siendo los que no han dejado que este país lo hayan sepultado malos políticos, y todos aquellas/as que han torcido su vida en la corrupción, la delincuencia y el odio.
Y es que al leer los mensajes que cada año recibo desde la madrugada del 15 de mayo, de decenas y decenas de mis ex alumnos/as, los de ayer traían, quizás, porque la inmensa mayoría de éstos son ya profesionistas exitosos, un genuino contenido de reconocimiento a la labor desempeñada, al consejo dado cuando por su juventud se extraviaban en su misión primordial, porque reconocen que jamás se les negó el dialogo respetuoso, afectuoso y la respuesta serena y adecuada a sus dudas, y si ésta no se tenía, se le reconocía al alumno y al siguiente día se les traía la contestación certera.
Me lleno de emoción tanta lectura, del justo reconocimiento que alumnos/as, hoy ya hombres y mujeres, le hacen al magisterio, ese que termina siendo no los segundos padres o madres, sino en mucho de los casos los primeros, porque no solo los formaron en conocimiento, sino los advirtieron de la realidad que vivimos, y cual peligrosa puede ser para ellos y ellas, si no aprendían a distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo vano y lo necesario, entre el derroche y la justa medianía, entre justificar su paso por esta vida o echarla por la borda.
Entre mensaje y mensaje de felicitación que leía venia a mi memoria la imagen del primer maestro que tuve, el que me enseño a leer y escribir, a sumar y restar, a dividir y multiplicar, a ser un estudiante responsable, el que me enseño a trabajar desde niño y a no tener vicios, el que siempre me aconsejo y me llamo la atención y si, el que utilizo la chancla o el cinturón para corregir y hoy, sigo agradeciéndole en donde quiera que se encuentre, cada orientación, cada regaño y cada jalón de oreja. Porque el maestro Susano Herrera Leal fue eso, mi primer maestro, pero también el padre que me formo, el que influyo sobremanera a ser lo que soy.
Crecí en una familia de maestros y hoy tengo una familia de maestros. Mi circulo es ese, el magisterio, el de los catedráticos, el de escuchar (cuando podemos compartir un desayuno o una comida), discutir sobre la educación, sobre sus experiencias en la enseñanza, como preparan sus cátedras para impartirlas, sobre el como suplen las deficiencias del sistema educativo nacional porque ponen siempre por delante la formación académica de sus alumnos, y aunque yo ya no participo de esas discusiones, es un deleite y una emoción sin paralelo escucharlos, porque como yo, porque como mi padre, como mi hermana, mis hijos (hombre y mujer) y sus parejas, son maestras/os.
Gracias, muchas gracias a todas mis exalumnas/os que cada año me escriben desde la madrugada del 15 de mayo. Me embarga de alegría cada uno de sus emotivos mensajes. Me hacen vivir, recordar, significarme en la misión que abrace desde muy joven (1980 en la famosa Escuela Nocturna de Bachilleres de Altotonga, hoy EBA).
Sus mensajes y felicitaciones me generaron una honda y profunda satisfacción del deber cumplido, y les pido paciencia para que reciban, como siempre, una respuesta, porque como cualquier maestro, a cada levantada de mano, a cada duda, a cada mención, siempre tendrán mi atención y la diligente contestación.
¡Felicidades a todo el magisterio veracruzano y nacional, en este, día del maestro/a!