Por: Clara García Sáenz
Ahora que el tema del perro que un iracundo aventó al cazo de los chicharrones paso de moda, me parece prudente hablar sobre ciertas situaciones que vienen dándose en esta sociedad tan “civilizada” que defiende el maltrato animal hasta el límite de la irracionalidad, a los perros callejeros los mete a aire acondicionado, romantiza a la plaga urbana de los tlacuaches, reclaman el derecho a la vida de los animales de granja, señalan como salvajes a quienes se comen los animales que crían, condenan las corridas de toros sin entender su significado y creen que los gallos violan a las gallinas.
El famoso video donde un hombre sale de una carnicería y carga un perro para echarlo a un cazo de chicharrones, provocó el escándalo en redes sociales y las televisoras nacionales. La noticia repetida al infinito decía que el hombre había hecho esto después de amenazar de muerte al dueño del negocio; todo mundo estaba furioso por lo sucedido al perro, nadie entonces reparaba que un hombre había sido amenazado de muerte, simplemente eso parecía no importarle a nadie, lo indígnate era el pobre perro echado al cazo. Era como si la amenaza de muerte fuera intrascendente, algo común, algo que no es noticia en este país, incluso algunos reporteros se convirtieron en defensores del perro al agredir al hombre señalado, cuando fue detenido. Todos al unísono clamaban justicia y pedían le cayera todo el peso de la ley.
En un segundo momento nos enteramos que el agresor del perro había ido a reclamarle al carnicero, cuando se enteró que su mujer mantenía un romance con éste y ante la burla del tablajero después de la amenaza de muerte, el hombre salió del local, encontrándose con el perro. Al conocer la historia completa se entiende que el acto de este hombre fue de impotencia y al salir de la carnicería se topó con uno de los miles de perros que se encuentran en las calles de México, desquitándose con él.
¿El perro víctima tenía dueño? Sí, como los otros muchos perros que andan en las calles de México, dueños que sacan a su perro a la calle sin correa, dueños cuyos animales viven la mayor parte del tiempo fuera de casa pero que se indignan si aparecen envenenados, si son atropellados, si la perrera los recoge. Hemos perdido de vista que el perro callejero es un problema de salud pública y es alarmante ver como en escuelas, comercios, así como en espacios públicos, les permiten permanecer por aquello del golpe de calor, les dan agua y hasta les ponen comida.
Cada vez es más frecuente ver la forma en que son duramente criticadas las personas que no les gustan este tipo de animales, les tiene miedo o repulsión, prefiriendo la defensa irracional de un perro que la comprensión humana del semejante. El defender a los perros callejeros sin importar el peligro que representan, nos está convirtiendo al igual que la India (con las vacas) en un país donde un animal es sagrado, su libre tránsito debe ser respetado y su vida vale más que la de un ser humano.
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