Por: Ambrocio López Gutiérrez
Entre los aspirantes de MORENA a la candidatura para gobernador de Tamaulipas están los que pican piedra a ver si pega y los que tienen verdaderas posibilidades. A veces hacen más ruido en los medios los que menos oportunidades tienen como podría ser el caso del chilango Alejandro Rojas Díaz Durán (no cumple el requisito de residencia en la entidad que pretendería gobernar), el reynosense Héctor Garza González (cumple los requisitos legales pero alcanzó muy pocos votos en su anterior intento) y el tampiqueño Rodolfo González Valderrama (lo promueven como muy cercano al presidente de la república, sin embargo, es conocida su falta de arraigo).
De los que, según mi humilde opinión, tienen posibilidades tangibles sirvan de ejemplo el odontólogo victorense Felipe Garza Narváez (dada su indiscutible experiencia sería pieza clave en la contienda como candidato o como organizador), el diputado federal maderense Erasmo González Robledo (quizá con menos experiencia pero con valiosos servicios prestados al partido fundado por el presidente Andrés Manuel López Obrador y dejé al último a propósito al cardiólogo victorense Américo Villarreal Anaya (tiene limpio expediente profesional, carrera política breve pero parece ser el favorito de la cúpula de su partido para la candidatura. AVA es sin duda una marca ganadora y para conocerlo mejor me permito reproducir una versión de un texto publicado en hablemosdetamaulipas.com donde resaltan su vida familiar.
“El primogénito del ingeniero Américo Villarreal Guerra y la señora Paula Beatriz Anaya (+) nació en 1958, en Ciudad Victoria; lo llamaron Américo. El país atravesaba por un periodo de calma después de las tensiones de la II Guerra Mundial. Un aire de modernidad soplaba en las ciudades. La vida, no obstante, era tranquila. Al poco tiempo, la familia Villarreal Anaya se trasladó al Distrito Federal, donde fijó su residencia. Gracias a su formación, el ingeniero ocupó diversos cargos en la Secretaría de Recursos Hidráulicos. Por esta causa, el pequeño Américo pasó su infancia en la capital federal. Con el tiempo, se hizo evidente que el trabajo del jefe de la casa era importante debido a los asuntos que le exigían viajar.
‘Nunca nos quedó duda del apoyo, del cariño y del soporte que significaba mi padre en la familia’, recuerda. ´Viajaba mucho en ese entonces, como ingeniero civil encargado de los sistemas hidráulicos de nuestro país, en la Secretaría de Recursos Hidráulicos, donde fue creciendo en proyección hasta llegar a ser Subsecretario de Irrigación’. Sin olvidar su raíz tamaulipeca, el niño Américo hizo sus primeros años en el Distrito Federal, donde fue a la escuela, ganó amigos y disfrutó de sus padres y hermanas Cecilia, Luz Adriana, Oralia y Mónica. ‘Así crecimos, con una sensación de amor, de bienestar familiar. A mi padre lo gozábamos regularmente los fines de semana. Le gustaba hacer carne asada en su casa de Satélite. Fueron años que atesoro en mi corazón’.
En 1976, alcanzada la mayoría de edad, Américo Villareal Anaya ingresó a la escuela de medicina de la Universidad La Salle. Aficionado al atletismo, sociable y templado, el joven hizo muchas amistades. Su interés, sin embargo, se centró en una estudiante, María de la Luz Santiago. Hubo conexión entre ambos e iniciaron un noviazgo que se alargó cinco años, mientras cursaban la carrera. Comprometidos a ayudarse el uno al otro, Américo y María de la Luz se casaron en 1983. Su unión ha continuado en estos 38 años. Recién egresado, el joven Américo se volcó al estudio de la residencia médica como internista, de 1983 a 1987. Sin soltar el paso, poco después hizo una segunda especialidad en el Instituto Nacional de Cardiología, que terminó en 1989.
Casado, con dos hijos (Américo y Francisco), y dos posgrados, Villarreal Anaya regresó a Ciudad Victoria, acompañado de su familia. En ese momento, su padre, el ingeniero Américo Villarreal Guerra, cumplía el cuarto año como gobernador. ‘Si para otros representaba una fiesta, para él fue un trabajo frenético. Eran jornadas prolongadas, audiencias todo el día, visitas al Altiplano, mucho contacto con la gente’, rememora. Acorde con su perfil, comenzó a laborar en el Hospital General de Ciudad Victoria en 1989. En ese año nació María, su hija menor, y lo hizo en el mismo centro médico donde él laboraba. Por entonces sólo había dos sanatorios más: el Hospital Infantil y el Hospital Civil. La capital era un lugar cómodo y agradable; todo mundo se conocía y se saludaba en el mercado, en la plaza o en la iglesia. Pero, algunos riesgos asomaban.
‘La primera causa de muerte en el estado son los padecimientos cardiovasculares y, dentro de éstos, la situación de la cardiopatía isquémica’, explica. ‘Nos teníamos que preparar para recibir la carga de enfermedad que ya tiene nuestra población, y estar pendientes de la demanda de atención’. Con su asesoría, en 1990, se adquirió el primer tomógrafo axial computarizado para proveer estudios especializados al público, principalmente de escasos recursos. Preocupado por las cardiopatías, un año después, impulsó la primera unidad de cuidados intensivos coronarios, un servicio, hasta entonces, solo disponible en hospitales de tercer nivel.
El doctor Américo Villarreal hizo valer sus conocimientos como cardiólogo clínico. Pensaba que el servicio público, principalmente el de la salud, ayudaba a reducir la desigualdad. Con esa idea, diseñó el programa ‘De corazón a corazón’, que ofrecía cirugía gratis de válvulas, coronarias y correctivas a pacientes de pocos recursos. El programa estuvo vigente hasta 1992. En 1997, ascendió a la dirección del Hospital General de Ciudad Victoria; buscaba ampliar los beneficios a la población del centro del estado. A sus planes se anteponían las políticas restrictivas del gobierno central, que comenzaba a limitar los recursos. Sin decaer, obtuvo la autorización para construir la primera sala de hemodinámica en la región centro del estado.
Así, a lo largo de los años, el doctor Américo Villarreal Anaya ha aplicado la ética de los médicos a su vida personal. ‘Nuestros principios éticos nos ordenan, en primer lugar, no hacer daño, que tu actividad no cause deterioro; segundo, buscar el mayor beneficio para la persona. Y tercero, reconocer la dignidad de la persona, darle acompañamiento’. El doctor Villarreal le debe mucho a su profesión: capacidad analítica, visión objetiva, honestidad de palabra. ‘Si las demás profesiones, incluida la de servidor público, tuvieran la vigilancia que se aplica a la medicina, México estaría entre los países desarrollados’. Con una carrera, dos posgrados y una familia estable, muchos pudieran darse por satisfechos, pero no el doctor Américo Villarreal.
En las elecciones 2018, se registró como candidato de Morena a Senador de la República. Su principal contendiente era Ismael García Cabeza de Vaca, hermano de Francisco García Cabeza de Vaca, gobernador del estado, ambos del PAN. Sobre votación, actas alteradas, cómputos falsos, el proceso parecía girar por fuerza hacia Ismael García. Pero, el doctor se defendió en la mesa, demostró las inconsistencias y logró revertir los números hasta ser reconocido como el legítimo ganador. Desde la Cámara Alta, ha dado a los tamaulipecos y al país propuestas para mejorar la inclusión de las personas con discapacidad, para honrar al personal de salud que combate la propagación del COVID -19, para fortalecer los bancos de alimentos, y para mejorar la nutrición de los grupos vulnerables, entre otras acciones de beneficio social.
Aquel estudiante que inició la carrera de medicina en 1975 es, en la actualidad, presidente de la Comisión de Salud del Senado de la República, integrante de las comisiones de Energía, Marina y del Grupo de Trabajo para el Seguimiento de la Pandemia del Virus COVID-19, de la misma cámara. Proyectos realizados por el doctor Américo Villarreal como funcionario de salud: Primer tomógrafo axial computarizado en el centro del estado (1990). Unidad de cuidados intensivos coronarios; Hospital General-Victoria (1991). Programa de cirugías cardiovasculares a personas de bajos recursos (1992). Primera sala de Hemodinámica en la región centro de Tamaulipas (1997)”.
En otro escenario, por si quedaba alguna duda de la personalidad incluyente del presidente AMLO, en su visita a Baja California Sur reconoció públicamente el trabajo del gobernador panista saliente en materia de seguridad pública que repercutió positivamente en la actividad turística que es vital en esa entidad. Ahí mismo deseó buena suerte al gobernador morenista electo y aprovechó para presumir que el problema con los distribuidores de gas se resolvió rápido porque hay un gobierno del pueblo.
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