Por: Zaira Rosas
El 22 de enero, Nath Campos, una de las influencers más reconocidas de México, publicó en sus cuentas un video en donde narra su historia de abuso sexual por parte de otra figura pública: Ricardo González, mejor conocido como Rix. Al tratarse de dos personajes famosos, la situación de inmediato se colocó como una tendencia en redes sociales.
El caso deja grandes lecciones a la sociedad, comenzando por el tipo de influencia que las figuras tienen principalmente en los jóvenes, pues con sus acciones se pueden normalizar conductas o disminuir situaciones que realmente requieren de atención. Ambas figuras públicas dieron su versión de los hechos e incluso existe una denuncia en proceso. Posterior al video de Nath Campos, aparecieron más mujeres narrando situaciones de acoso y abuso por parte de Rix, al igual que otras víctimas de violencia han mostrado diversos mensajes de apoyo y empatía.
Con los mensajes de solidaridad también llagaron las críticas, los señalamientos de quienes culpaban a Nath Campos de la situación por haberse emborrachado, los comentarios misóginos diciendo que seguramente ella lo provocó, mismos comentarios que reciben constantemente las víctimas de violencia. Comentarios que incluso hacen quienes deberían ofrecer justicia.
Esta situación no se reduce a nuestro país, ocurre en todo el mundo. En 2016 tuvo lugar un caso famoso a nivel internacional pues 5 hombres abusaron sexualmente de una mujer. En un principio a los implicados se les dejó en libertad bajo fianza, pues incluso hubo declaraciones de que la víctima no había puesto resistencia. Fue hasta 2019 que se analizó todo bajo perspectiva de género que la sentencia de los implicados se modificó a 15 años de prisión.
Este evento fue un antecedente clave para entender que existen diferencias entre hombres y mujeres que tienen que analizarse a detalle para verdaderamente lograr una igualdad de género. La formación que recibimos desde temprana edad, nuestra cultura e ideología del entorno afecta profundamente en cómo son percibidos hombres y mujeres.
Por ejemplo, retomando la historia de Nath Campos y Rix, en la que ambos narran que estuvieron bajo efectos del alcohol hace que muchas personas justifiquen la acción de uno mientras señalan como responsable a la otra persona, cuando lo ideal sería entender que sin importar las circunstancias cualquier ser debería sentir seguridad al menos en su círculo más cercano.
Sin embargo, es cierto que aún estamos lejos de alcanzar ese ideal de seguridad y respeto, porque aún no entendemos que existen diferencias que fomentan una violencia estructural. Muchas víctimas callan y permiten la violencia por temor a las represalias, a ser juzgadas. De todos los procesos abiertos, pocos son los que terminan en verdaderas sentencias y todo lo anterior sigue siendo una clara señal de alerta para la sociedad, que nos invita reaprender, deconstruir y cuestionar lo que hasta el momento sabemos o creemos saber.
Para construir un entorno más equitativo y justo es inminente aplicar la perspectiva de género en espacios educativos y laborales, además de considerar políticas de sanidad que no dejen de lado diferencias para brindar una atención adecuada tanto a hombres como mujeres. Los espacios públicos y el comportamiento social también son una oportunidad de mejora, pues además de lo aprendido en casa, aprendemos de nuestro entorno y las personas con las que nos vinculamos.
Aprovechemos estas lecciones para ser un mejor ejemplo, que las futuras generaciones sepan entender que las diferencias no tienen que ocasionar desigualdad, pueden ser nuestra fortaleza, que aprendan profundamente sobre respeto y fomenten la empatía para saber apoyarse ante la adversidad. Siglos atrás Tomás Moro soñaba con una Utopía de bienestar y prosperidad, hoy nos toca construir una cuya base sea la igualdad.