Rutinas y quimeras
Clara García Sáenz
A la ciudad de Guadalajara he ido en diversas ocasiones a lo largo de mi vida; sin embargo, hace más de 10 años que no había regresado. La recordaba como una ciudad plana, con muy escasos edificios de altura, incluso sucia y descuidada.
Hace algunas semanas regresé, aunque no precisamente a ella sino a la conurbada Zapopan, a propósito del Primer Congreso Iberoamericano de Historiadoras. Ahí nos encontramos con un nutrido grupo de investigadoras llegadas de muchas partes del país y del extranjero que se dieron cita para presentar temas históricos de la más diversa índole.
La reunión fue peculiar porque por primera vez estuve en una reunión de mujeres que hablaron de una diversidad de asuntos tanto históricos como sociales, desde la época colonial hasta la contemporánea, indagando desde conventos, delitos sexuales, la inquisición, las haciendas, minería, piratas, comercio, educación, matrimonio, castas, luchas sociales, arte, racismo, biografías, paisajes, vida cotidiana, desarrollo económico, censos, epidemias, salud, entre otros muchos y variados temas.
Tres días de intenso trabajo, en mesas de discusión donde se intercambiaron puntos de vista, experiencias, fuentes documentales y trabajos de investigación, permitieron enriquecer el conocimiento académico de las participantes. Mas allá de los grados académico, los puestos institucionales o el SNI en sus diferentes niveles, fue una reunión de mujeres que practicaron la sororidad académica.
Llegamos un miércoles por la mañana a la central de autobuses de Guadalajara, Lety Dunay, mi compañera de viaje, quien también llevaba una ponencia al encuentro, se había encargado de indagar y reservar pasaje y hospedaje, le dije que Zapopan quedaba en el extremo opuesto de donde nos encontrábamos y que llegar allá sería como hacer otro viaje; aunque nos enteramos que el tren ligero pasaba muy cerca no quisimos arriesgarnos y pagamos una fortuna para llegar al hotel.
El paisaje se ha trasformado en estos años; desde la carretera antes de entrar a la ciudad se ve el auge que ha cobrado el cultivo del agave porque en cualquier parcela, por pequeña que sea se aprecia como el monocultivo invade el horizonte. Ya entrando a la ciudad, congestionada por los vehículos empiezan a surgir edificios por todos lados, algo inusual hace más de una década.
La capital jalisciense creciendo desmesuradamente se ha conurbado con siete municipios: Tlaquepaque, Tonalá, Zapopan, El Salto, Tlajomulco de Zúñiga, Juanacatlán e Ixtlahuacán de los Membrillos, los dos primeros son eminentemente turísticos, por sus artesanías, gastronomía y su folklor, Zapopan es un santuario religioso donde se encuentra la Virgen conocida como La Generala, que durante el año recibe gran número de peregrinos de diversas partes del país que la veneran.
Guadalajara y su zona conurbada, es un monstruo urbano que no pierde su belleza, con una catedral colonial cuyas torres eclécticas se han vuelto un emblema farmacéutico en todo el país, su rotonda de los jalisienses ilustres que reúne a 98 personajes que han trascendido en los planos nacionales e internacionales en diversos ámbitos de las artes, la ciencia y la política. Sus museos, sus cantinas típicas y el soberbio Hospicio Cabañas donde se antoja quedarse por horas viendo los murales de José Clemente Orozco, visitar el mercado de San Juan, el montón de joyerías, disfrutar su gastronomía tan diversa, exquisita y económica.
Recuerdo que cuando conocí la capital tapatía hace más de 30 años, iba con mis compañeros estudiantes de la licenciatura, entonces todo era risa, bebida y comida; poco nos detuvimos entonces para enterarnos de su historia, admirar el detalle arquitectónico, disfrutar de su paisaje, aquel mal llamado viaje de estudios no era más que turismo estudiantil, cuya finalidad era llegar a Manzanillo para ir de la playa a la disco y viceversa.
Ahora, con motivo del Congreso de la Red Iberoamericana de Historiadoras recorrí las mismas calles de entonces, acompañada de mujeres que comparten el gusto por la historia y el patrimonio cultural, bajo la guía de la Doctora Hilda Molraz quien nos habló del mito fundacional de la ciudad, sus colonizadores, la importancia de la Nueva Galicia en la época colonial, así como su crecimiento como un polo de desarrollo al margen de la Ciudad de México.
Guadalajara es una ciudad amable, con un tren ligero eficiente que agiliza la movilidad y Zapopan, un pueblo donde estudiosas de la historia se reunieron para hablar de temas innovadores y que alberga al Colegio de Jalisco, donde las mujeres mandan. E-mail: claragsaenz@gmail.com